DESDE mi silencio contemplo las horas pasadas,
el arduo caminar de quien fue y de quien sintió
lo que ahora se torna en ausencia y calma de los días.
Se precipita hacia mí el reflejo de un mar soñado,
ya reseco en la plenitud de aquel que espera
y tiende su mano al aire indeciso de un anochecer sereno.
Son los días semblante lejano hacia otra sombra que me invoque.
Pues supe que el mañana es siempre del ayer, que no hallaré
otro cuerpo que tu sosegado contorno no complete.
Se proyecta tu extraño resurgir en aquella playa deshabitada,
donde reposo sumergido cada noche, como náufrago y
amante de esa otra música misteriosa que el océano
y la luna desatan,
en su inmensa y blanca oscuridad.
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