Jacopo Robusti, Il Tintoretto
Supe encontrarte al final de la dorada estancia
donde asistíamos inadvertidos a tu presencia.
Éramos sólo servidores de nosotros mismos,
esclavos de las sombras que alrededor
de nuestros cuerpos concedían manifestarse.
Éramos sólo ánforas jóvenes. Y toda la sed del mar.
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