Se va la primavera,
quejas de pájaros, lágrimas
en los ojos de los peces.
Matsuo Bashô
Toma la huella, amada mía,
de mi infranqueable mundo,
síguela si lo deseas. Camina
hacia el ir extraño que comienzo,
si fuera ese tu deseo.
Yo recorro, mientras tanto, tu perfil
atento y conmovido, luz de ti en mí,
que te observo.
Casi un segundo y toda esa luz
ya permanece en mi eternidad
de amante náufrago. Casi un segundo
para que esta noche la soledad enfrente
el tiempo a tu imagen, que es deseo
sin espacio, belleza sola de los días
que ya no pasan.
Desde el comienzo estás en mí
y qué lejos de tenerte.
Eras manto en la noche fría,
ilusión para el despertar,
y qué lejos de tenerte
al hallarnos labio a labio.
Muere conmigo el recuerdo de ti,
y tú finalmente, al tocarte ya sin luz.
Mi mundo, solo y definitivo, no te pertenece
ahora que lo has franqueado. Es otro mundo
el que nace fuera de nosotros.
He de partir, amada mía, antes que el olvido.
Llegó la desolación, la mañana del tumulto
y la hora urgente que nos lleva
a donde no sabemos.
Luz, que alumbras las ruinas, no convoques
el terrible final, no permitas que arda la belleza,
no derribes senos y quimeras
y esperanzas.
No inaugures de la nada
otro infinito de verdades pasajeras.
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