miércoles, 20 de octubre de 2010

jueves, 14 de octubre de 2010

Aire

Caminas el silencio de las rosas
entre aromas que amanecen.
Amante del viento,
te estremeces
en éste su sonido fresco y constante.
Pálpito de la noche,
miras el ocaso
con el deleite renovado
de igualarte a la claridad
de sus estrellas.
Pálpito del día,
el alba reaparece a través tuyo
abrazando al sol
en fiel saludo de hallazgo.
Guardas el perfume
que acaricia el tiempo
en el ahora
y todo es la misma y múltiple
maravilla del sonido fragante:
el sabor, el tacto,
la luz y la conciencia
llenando lo que eres
de más ser rebosante.
Y ya todo te respira,
porque tú eres, eres el aire,
el aire siempre rebosante.

Amor al fondo de la luz

Una sílaba sin labios, un devenir
perdido entre señales de humo,
entre brotes de conciencia.

Un día, un día para vernos los dos
sin espejismos, sin la sombra-reflejo
de tantas inquietudes. Un día
que se fue tras el aire del instante.

Fuimos algo que alumbró detenido
un despertar acaso, una onda
naufragada de secretos latiendo.
Fuimos el sol y la palabra vencida,
la precipitación del aire y la insolación
de la esperanza. Quedamos en lo ido
como en un destino ajeno, como en aquello
que fue visto sin nosotros, en cualquier parte.

Quedó una memoria, en el corazón,
sonando, que todavía nos despierta
a medianoche, como a dos extraños
que no olvidan que siempre
se han amado.

Quedó una memoria,
en el corazón, sonando…

El margen de la luz es el aura de la nada.

A ti, que siempre eres

Somos dos cuerpos no hechos de tiempo
que se abrazan ajenos al pasar,
absortos en su mundo
de entregada devoción.

Mundo evidente, de ágiles susurros
y de ropajes tenues, desatados, sinceros,
donde beben nuestros cuerpos
el néctar de su gozo,
el circundante hábito de esconderse
y reencontrarse en juego amante,
en sigiloso ofrecimiento de amor.

Toma mi dicha, esperanza abierta
de los días, recorrido de la piel
y sol de estancia infinita, musgo
que cubre placeres, recónditos
huecos de deseo, querencias
múltiples de lo interno y venidero.

Toma mi dicha, esta exhalación de gozo.

En el amor, sólo en el amor,
te encuentro y te conozco.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Amanecer de dos amantes

Te busco en el encuentro de tu mirada.
Recojo el instante tuyo
que se entrega a luz diversa,
haciéndose una y pura
la llama profunda que tu amor desvela.
Entre visitas furtivas
nuestro encuentro de amantes
regala tu voz al día,
saliendo de nosotros
para entrar en el yo-nuestro,
yendo hacia el sueño encumbrado
de dos labios que se funden
en la luz de la mañana.
Y entonces amanezco,
amanece, amanecemos,
acariciados por el aire
que mece nuestras almas.

lunes, 11 de octubre de 2010

Amada belleza de entonces

Creí volver a ti definitivamente 
y me encontré el camino cegado por el bosque. 
Antonio Colinas 

Y es que me agoto de soñarte idéntica a como eras,
la misma luz de entonces, el mismo pelo,
el mismo silencio alrededor de mis palabras.

Me agoto de pensarte todavía más bella, más perfecta,
tal vez sea esta nostalgia mía que dulcifica
el terrible pasar del tiempo. Yo no sé porqué lo hago.

Y enmudezco entre las sombras del pasado que exageran
el paisaje de ahora, con su callada intensidad
que habita en mi cuerpo solo.

Me agoto de iluminarte con un pensamiento apagado en ti,
luciérnaga de mis espacios, caprichosa belleza
que los dioses sembraron para su propio deleite.

Eras hermosa, eres todavía hermosa entre recuerdos,
casi más joven, como si el tiempo
hubiera resuelto entregarte,
secretamente,
eterna primavera.

Pero a menudo dejo de engañarme y comprendo
que estás muerta. Muerta para siempre en el tacto,
en el romper anhelante de los cuerpos, en el aroma,
muerta para siempre en el ahora. Muerta y perfecta
en mi memoria.

domingo, 10 de octubre de 2010

Bernini imagina el rostro de la belleza sagrada

El éxtasis de Santa Teresa


Música de Bach para el recuerdo.
La tragedia detenida.

Trepan por la memoria
instantes del pasado.

Tus ojos barrocos castigan mi silencio.
Te observo y me detengo, creyendo
de ese modo detener también el tiempo.
Tus ojos entornados castigan mi silencio.

Aquí, ahora, eres materia de mi sueño
y forma sin rostro para mi deseo.
Tu altitud erótica habita en mi letargo,
busca mis manos, arde en lo secreto.


La piedra ha encontrado unas manos
que la conviertan.
Una manos que revelen
su imagen real y oculta.

Esta música y mi memoria
moldearán tu apariencia inocua,
convertirán en belleza sagrada
lo que antes fue cuerpo difunto
y desolado de la naturaleza.

Me entrego a tu palabra, la piedra tendrá tu aliento,
tus ojos entornados acariciarán mi silencio.

Noche abismal

Noche de abismo. No dicen nada las palabras. Mi cuerpo se reclina en el silencio. Hay mar y tempestad en la esperanza, una furia de presente lleno. Pero todo se calma, se evapora, con la brisa azul del fondo del espacio. Las nubes son un eco, el aire una mujer enamorada susurrando sus encantos, el eco una mirada profunda que quiere ser memoria. El mar ofrece su ritmo a la noche, su estrépito de agua sonora, su abrazo al silencio, coronándolo de música. Y llueve, llueve dentro de alguien, llueve dentro de alguien un desamparo inédito. Alguien ha comprendido la vida, el dolor, la muerte... Por eso llora tan de dentro y prefiere oír el canto de la noche antes que ser él la voz de su propio llanto. La armonía está dispuesta, su cuerpo ha sido dejado sobre la arena como una cosa más, natural y quieta, movida por el aire entre un respirar de sol y fuego y noche. Del frío pasó al llanto cálido, del dolor a la comprensión amorosa de ser hombre, frágil y perdido, pero abierto y dispuesto a ser lo que ya es: un corazón sensible. Este cuerpo que veo, ahí reclinado, es el mío y el de nadie, mi alma está ahí y en otra parte, en todos los lugares, en todos los mares, en todos los seres y mundos y vacíos estelares.

Destino

…y el naufragar me es dulce en este mar.
Giacomo Leopardi




Aquel que eligió el más transitado de los caminos,
comprendió después que siempre se regresa al encuentro
con la propia soledad.

Aquella soledad que le aferraba y de la que no podía desprenderse.
Pero esa soledad – él no lo sabía- la necesitaba, e incluso la deseaba.

Más tarde supo de lo desconocido,
abarcó –en su silencio- los enigmas de la existencia,
mientras callaba su cuerpo dolido
y ardía su alma en el placer de la certeza.

Fue al encuentro de lo invisible,
quiso hablar con las sombras futuras,
decidió recorrer la línea del viento
tras el suspiro ante un atardecer inmenso.
Y no halló más que palabras difuntas,
gestos hirientes, verdades atrapadas
en el candor de un instante desvanecido.

Pensó: ‘La realidad fue espejo y su cuerpo
apariencia extraña de lo visible.’

Después escribió, buscando al verso: ‘Su cuerpo, el reflejo de quien le observa,
es otro, ninguno, es todo o nadie.
Somos a los ojos del otro, una realidad distinta,
una ficción que nos proyecta en débiles quimeras,
en cenizas que aguardan al viento
y caen como materia esparcida sin destino alguno.’


Ahora esperas el comienzo. Tan tarde, tan cansado.

Poema de amor

Podría escribir los versos más tristes esta noche, escribir,
por ejemplo, que mi vida sin ti ya no tiene sentido,
que fue un sueño nuestro amor y nuestra existencia.

Podría escribir que tu mirada hablaba desde lo secreto,
que el deseo apenas soportaba la espera, que una caricia
fue el principio del fin: pasión creciendo hacia su cima.

Pero podría también no escribir, dejar que las huellas
se disiparan en el tiempo y que jamás se supiera lo terrible.

Podría no escribir que
vinieras y te fueras dulcemente,
desde el ocaso en que era plenitud tu presencia.

Podría no describir lo infinito de un beso en la madrugada,
tu suave tez recorriendo mi cuerpo anhelante, las horas
en que éramos ciega alianza en sagrada comunión.

Podría y no puedo describir ahora lo que se ha tornado
en tristeza de suspiros y en húmeda despedida.

Pudiera y no quiero desvelar la sombra de mis aspiraciones,
la exacta estela de tus brumas, las lágrimas prohibidas del adiós.

Pudiera pero no quiero hablar de ti. Amor.

Despertar

Los grillos me hacen despertar
y me recuerdan
lo silencioso que es el mundo.

Inútil belleza

Hazme luz de sinfonía,
eco de sonata triste
y de luna furtiva.

Hazme pasajero
de tu viaje oculto hacia la palabra
y no te escondas donde pueda verte,
me basta con sentir tu presencia.

Quiero sobrevivir sin apuros a la belleza
que tanto duele cuando se muestra absoluta: inalcanzable.

Quiero sobrevivir a la belleza
cuando la roce con mi humana piel
destinada a envejecer.

Quiero ser dueño del valor de existir entregado a todo, incluso a lo real.

Soñar despierto

SUEÑO el sueño de la vida, su luz interminable
agita lo más hondo, ciega el instante
que precede al ahora y un segundo
lo da por alcanzado.

Cada minuto que pasa es el tiempo que me falta,
inútil recuperar las señas,
los matices cotidianos:
la incertidumbre o la idea se van alejando
como un lento eco que se pierde en el aire.

En lo más hondo
tu cuerpo
fundiéndose
con el mío
y un sueño que lo recubre,
sueño de otro sueño que fue vida
o deseo.

Ilusión de luz aplacada que nombra mi memoria
en la soledad de la noche, que fiel
como las aguas de Heráclito, ya se aleja
y se pierde con las pasadas noches
que alguna vez moré y que ahora,
olvidadas en lo más hondo del presente,
habitan fugitivas el territorio recobrado
que ya no les pertenece.

Un día esa luz daba sentido y nombre al espacio,
nunca la claridad debió abrazar la noche,
como se abraza una jarra de vino
en la tristeza.

Amor sin tiempo


Hoy dejamos descansar en el amor la memoria del tiempo,
fuimos libres como estrellas infinitas, iluminadas
por el clamor de la luna, enamorada y bella.
Fuimos instante sin tiempo completo de inocencia, 
perfecto de voz serena cantando melodías 
de pureza. El blanco cisne de tu alma mora
en el corazón de las noches cálidas, dulces aires recogen
las alas de tus silencios, ángel de vida profunda. Eres
la serena medianoche y los atardeceres misteriosos,
el leve perfume enamorando al aire, la blancura perfecta
de los astros. Eres el amor sin tiempo, el amor que siempre estuvo,
el amor que estremece de ser cierto y no termina de iluminar
el universo. El cielo y el sol deslumbran tus senderos
de noche cierta y de corazón abierto.
Te amo, noche secreta en que aparezco junto a ti, mirada eterna
en que crezco al sentirte nacer a cada instante sin tiempo.

sábado, 9 de octubre de 2010

Coches de juguete

Juraría que fue cuando yo tenía quince años,
las amapolas exhalaban su aroma perturbador
 y nosotros, como dos gotas de deseo, nos mirábamos,
sin comprender todavía el ruido que el amor desprende
de dos cuerpos entregados a la pasión, repletos
de violento y dulce ímpetu adolescente.

Tus cálidas mejillas amparaban mis labios
en la noche sagrada y erótica del rito
y los arcos vivos de tus senos alumbraban
impuestos ante mí:
como fieles simetrías del placer
en que yo era perdido.
Y fue colmándose de cantos
la noche ancestral de nuestra unión.

Y partimos de la adolescencia
como dos héroes sin destino,
apabullados de vida,
perdidos en ella
apasionadamente.

Ahora no soy más que la sombra
de ese adolescente,
el niño se pierde
en la memoria
triste y cotidiana
de los días.

Ojalá hubiera seguido jugando
con mis alegres y veloces
coches de juguete.

Ojalá la vida hubiese sido menos seria.
Herido me amparo en la noche perpetua
a un rostro perdido, manantial de felicidad,
que solloza hoy en su eterna putrefacción.

Con qué serena impavidez te recuerdo,
con qué amarga ebriedad intento olvidarte,
con qué horrible nocturnidad te persigo.

Y ya nunca amanece.

viernes, 8 de octubre de 2010

La vida que respiras

Vive con tu presencia el ser

que en todo se encuentra.

Respiras en la inmensidad del bosque
las ramas que acaricia el viento, la fragancia
de las hojas serenas, el verde latido
de los árboles
danzando en ráfagas verticales.

Respiras en ti lo que el cielo desenvuelve.

El azul infinito que vence los espacios,
la llama serena del sol que ilumina
esperanzas en la tarde.
El pájaro que canta donde nace la lágrima,
la calma del tiempo cuando ya es de noche.

Respiras en ti lo que el cielo desenvuelve.

El mundo apareciendo en la conciencia,
la flor desnudándose sencilla
bajo su claridad de primavera,
un gesto susurrando dulzura
sobre el vientre de la voz presentida.
El amor llenando lo que vive
con su aroma de más vida palpitante.

Respiras en ti lo que el cielo desenvuelve.

La vida, el mundo, es el hogar de todos los instantes.

Sonata de lo incierto

Los años pasaron entonces
lejos del recuerdo.

Sonríe en la fotografía
otro que no soy yo,
y me detengo absorto
contemplando aquel paisaje
ya abrasado por el tiempo.

Nada queda de esos días,
del mirar eterno hacia
el horizonte,
hallando caminos vírgenes
que mi mirada exploraba,
bajo el destello
de una inocencia enfurecida.

No reconoce su pasado
aquel hombre que fue niño,
aquel poeta callado que aprendió
a dialogar con las sombras
y a habitar los jardines difuntos
de su propia memoria.

Porque todo instante es la presencia
de lo definitivo, sé ahora cuantas conquistas
han de sumarse a lo perdido.

El niño que juega en las alamedas
no sabe que soy yo quien le escribe.

Aunque ahora me mira, me tiende su mano,
pero su rostro,
ya ha desaparecido.

Los días que te nombran

DESDE mi silencio contemplo las horas pasadas,
el arduo caminar de quien fue y de quien sintió
lo que ahora se torna en ausencia y calma de los días.

Se precipita hacia mí el reflejo de un mar soñado,
ya reseco en la plenitud de aquel que espera
y tiende su mano al aire indeciso de un anochecer sereno.

Son los días semblante lejano hacia otra sombra que me invoque.
Pues supe que el mañana es siempre del ayer, que no hallaré
otro cuerpo que tu sosegado contorno no complete.

Se proyecta tu extraño resurgir en aquella playa deshabitada,
donde reposo sumergido cada noche, como náufrago y
amante de esa otra música misteriosa que el océano
y la luna desatan,
en su inmensa y blanca oscuridad.

Imagen de piedra

(Poema de amor doliente)

… salí tras ti clamando, y eras ido.
San Juan de la Cruz


Quiso mi rostro ser piedra en tu memoria,
quiso el tiempo ser ceniza viva, mármol lejano,
convertirse en escorzo o tenue perfil de antaño,
como dos hojas nacidas del recuerdo,
cayendo en otoño, movidas por el viento,
posando en mis labios
su hondo suspiro eternizado.

Quiso esta palabra ser la última en este instante,
como la muerte, que danza sosegada,
sin conceder últimos retornos.

Recojo la suavidad de un ayer cristalizado,
el esplendor constante que emerge de la noche.

Recojo, en la inmensidad que me otorgaste,
una imagen de piedra para habitar
en la oscuridad que recorre mi cuerpo,
tímidamente, susurrando al silencio
aquellos lugares donde aún sangre la vida,
si pronuncio tu nombre.

jueves, 7 de octubre de 2010

Renacimiento

En la luz del mundo he visto tus claros ojos
y me he bañado en su verdad.
Ojos que a esta realidad envuelven
regalando su inmenso latir.
Vida, que de naciente frescura nos lleva
milagros entre flores, abrazos del viento.
Todo es signo y mensaje en esta tranquila noche
donde la luz usada renace con el día.
Signo del tiempo encendido, del clamor
de un silencio que habla la verdad con su misterio.
Vida, verdad, renacimiento.

Estrellas del paraíso

A mi padre

Vive la noche en mis ojos de luna despierta
recorriendo el misterio de lo inconcebible

Vive mi mundo en las estrellas del infinito
a través del sueño y el amor por lo eterno

Vivo en la profundidad de los océanos
atravesando la espesura del tiempo
en busca del esplendor de las luces

El sol calienta mis pupilas de nieve
y la luna enfría la llama de mi corazón

Día y noche, dentro y fuera de mí mismo,
avanzan y se ocultan calmando la herida
del sordo vacío de la existencia

Alguien canta a lo lejos pronunciando mi nombre:
¿es Dios, la muerte, la nada, soy yo mismo?

Alguien canta a lo lejos detrás de la luna
en algún lugar del infinito
donde los hombres no existen
y el tiempo y el espacio se expanden
hacia el frío incontenible

Vuela la razón por ese eco funesto
y oculta su miedo en la esperanza de que el sol
nunca se dé por vencido

Y nunca lo hará, porque está dentro de ti
y tú puedes invocarlo

Nunca lo hará, te lo juro,
porque no hay noche que venza
a la luz de la esperanza

Canta, canta a la luz
y verás el paraíso
más allá del espacio,
allí donde el corazón
vuela con el aire

Mente no nacida

Llegas al silencio, enmudeces, el canto callado de la meditación
se aproxima al eterno gozo del Nibbana. En ríos serenos y limpios
te embargas con la conciencia naciente y bondadosa, desapegada.

En ríos puros y sosegados tu mente se acuesta y descansa,
con la atención permanente, con el báculo vigilante del fluir calmo.

Te entregas al canto callado del No-Yo, la conciencia libre, vaciada.
Te entregas al sagrado Om, la sílaba del corazón del Buda.
Te entregas a otra voz que rige tu conciencia, la voz templada, serena.
Te entregas a ti mismo olvidando quién eres, naciendo en la respiración,
naciendo en los silencios del Dhamma.

Conoces el Noble Sendero, brilla en tu corazón.
Conoces el santo palpitar de la verdad en ti mismo.
Conoces el santo palpitar de la alegría en ti mismo.
Conoces el santo palpitar del Nibbana en ti mismo.

Gozas, caminas, eres... no siendo, no caminando, solamente
petrificado en el estar, imbuido en lo inmóvil,
atravesado por la Conciencia Serena,
por la senda desvelada del sagrado silencio de tu mente no nacida,
innata, original, tocada por la compasión y el amor, tocada por la Verdad.

Amor infinito

Espero oír tu voz el resto de mi vida,
quizá sea pedirte mucho
-que me acompañes hasta el final
y exploremos juntos la luz del mundo-
pero es todo cuanto busco.

Espero que me acompañes antes
y después del mundo,
cuando ya no quede nada aquí
y el destierro sea inevitable.

Espero sentir siempre tu presencia,
en los océanos o en el desierto,
en el corazón o en la quietud de la tristeza,
allá donde puedas recogerme
con tus abrazos de esperanza.

En cualquier región de mi destino
espero sentir la llamada de tu amor infinito.

Ser, sin más, en ti, en tu luz,
vida encontrada, búsqueda
amanecida.

Deseo del poeta

DEJAD que la música nazca en el silencio,
que los árboles se amen en el bosque oculto.
DEJAD que la vida sea el poema.

PORQUE la noche nos contempla,
y se hace oscura y profunda
al hallarla desnuda.

Es inmensa la palabra que no existe
porque en nosotros se revela el enigma
y el don de crearla.

Nace del deseo la palabra. Del mágico silencio.
Emerge del abismo la duda atesorada,
dormita en fuego helado, el don de la palabra.

El infinito

Se va la primavera,

quejas de pájaros, lágrimas

en los ojos de los peces.

Matsuo Bashô

Toma la huella, amada mía,

de mi infranqueable mundo,

síguela si lo deseas. Camina

hacia el ir extraño que comienzo,

si fuera ese tu deseo.

Yo recorro, mientras tanto, tu perfil

atento y conmovido, luz de ti en mí,

que te observo.

Casi un segundo y toda esa luz

ya permanece en mi eternidad

de amante náufrago. Casi un segundo

para que esta noche la soledad enfrente

el tiempo a tu imagen, que es deseo

sin espacio, belleza sola de los días

que ya no pasan.

Desde el comienzo estás en mí

y qué lejos de tenerte.

Eras manto en la noche fría,

ilusión para el despertar,

y qué lejos de tenerte

al hallarnos labio a labio.

Muere conmigo el recuerdo de ti,

y tú finalmente, al tocarte ya sin luz.

Mi mundo, solo y definitivo, no te pertenece

ahora que lo has franqueado. Es otro mundo

el que nace fuera de nosotros.

He de partir, amada mía, antes que el olvido.


Llegó la desolación, la mañana del tumulto

y la hora urgente que nos lleva

a donde no sabemos.

Luz, que alumbras las ruinas, no convoques

el terrible final, no permitas que arda la belleza,

no derribes senos y quimeras

y esperanzas.

No inaugures de la nada

otro infinito de verdades pasajeras.

Ofrenda

TE daré mi vida eternamente,
te daré mis alas aunque caiga,
te daré mi cuerpo aunque
no me pueda levantar.
TE daré lo que tengo,
más lo que he perdido.
TE daré lo que soy,
lo que he sido,
y lo que por ti
ya no seré.

Instante descubierto


El buen caminante no deja huella tras de sí.
Tao Te King

Casi un segundo para ver cuán despierto está el mundo,
este mundo que vengo soñando día tras día
entre neblinas y apuros del tiempo.

No me paré a observar
la aislada melodía que resuena en sus adentros,
el susurro del aire tocando un incierto presente
o la paz de los almendros junto al riachuelo de nieve.

Pero hoy, entre mis manos perplejas, en ojos nuevos,
todo recobra un color nunca visto antes.

Es el presente, es el mundo insólito
agitando mi vientre, mis penumbras,
mis soledades difusas, la honda preocupación
del instante.

Todo, hoy, se ha vaciado en la espaciosidad
de este universo múltiple que se expande
al eco sin límite de sus potencias.

En silencio incontestable, de rubor primero,
con mis pasos doy señal al olvido
y todo se borra y es inútil el presagio,
pero no el asombro.

Soy un habitante de la incertidumbre
cuyas lágrimas rocían la emoción de ser vivo,
desprovisto de equipaje y de amor fulminado
por este instante descubierto que es toda mi existencia
y mi único futuro.

Dulce es la calma del no-saber.

Bereshit

Quedaron usadas, gastadas las horas
y el libro abierto, como flor
en un jardín de nadie. ¡Deprisa,
la noche no llegará si la palabra última
vence al ocaso!
La luz que recorre el mundo
es una sílaba despierta,
una letra que has encendido
como vela en medio de lo oscuro,
en lo más profundo del alma
donde duermen los silencios
y las voces de este sueño
nacido de un vientre sin origen.
Quedaron historias por descifrar,
el resplandor del beso, la semilla
que inocente asciende a su cielo,
el amor que se fue y busca su regreso,
un poema que se hace vida al cantarlo
como luz que al ser vista se estremece.
Una rosa, un pétalo, un océano…
Un mar extranjero que navegar entre letras
cada noche, en cada palabra, en cada historia.

Conciencia es mi nombre


Turiya

La noche me despierta,
tu voz me ha llamado,
voz de un sueño aún más profundo
que respiro y sobrevuelo.
Es tu noche el silencio,
el despertar a lo despierto.
Es tu voz la llamada, el claro decir
de las cosas sin nombre.
Despierto, sueño, soy eterno.
Digo con tu voz las voces sin nombre.
Digo con tu noche las luces que duermen.
Tu voz, mi voz, pero ¿quién responde?
Tu noche, mi noche, pero ¿quién duerme?
Claros pasos que se encuentran
con el ser que se esconde. ¿Pero dónde?
En la noche, muy profundo, donde tu voz
es mi nombre. Y así me he llamado,
yo soy el hallazgo que nunca duerme.
Conciencia es mi nombre sin nombre.

Amor y destino

Suena el despertar, la luz secreta
que dicta al ser el acto verdadero.
Libre de todo, por sus pasos acompañado,
vive el hombre que ha de ver el mundo,
el esplendor, la idéntica imagen
de las voces que le afirman.
Eterno con la luz de todo.
Fuerte en su frágil calidez.
Sensible y puro como las nubes
que resbalan cúpulas de equilibrio.
Es el hombre de nadie, ni de sí mismo.
Es el hombre libre, ser de arena infinita
clamando océanos que surcar en soledad dorada.
Lágrima de amor, enamorada de su totalidad concebida.
Pasajera de lo imborrable, enigma de lo transitado,
emoción del paisaje que llamó a la puerta del mundo,
bella como un instante y suave como su sombra casi olvidada.
La noche invoca al deseo y los blancos cielos a su ángel.
Todos juntos despiertan con las luces que nacen.
Y en su torre de astros, el amor, la semilla alta del tiempo,
la voluntad del hombre que tras el sueño es de nadie.

Raíz de lo alto

Vivo en ti, raíz de lo alto,
luz del ser que me da forma,
raíz profunda de lo profundo.
De claridad infinita, tu sin fin
trae mi comienzo y amanece
lo amanecido, en resonancia del sentir
que da su voz a lo amplio encontrado.
Tanta trasparencia asoma en tu llegada
que me olvido en lo que soy
y me doy al nacer del instante,
en este rumor de armonía tuya
que ilumina mi vigilia
y culmina todo ahora
deshaciendo el tiempo, abriendo
un sendero de amor sagrado
como luz floreciente que florece.
Y así regreso vacío, de amor e inocencia
alumbrado, a tu claro paraíso, a la luz
y a esta raíz sonora que viene de lo alto: la vida.

Estrellas que soñamos

Canto a la noche
para que traiga sus estrellas
hacia su espacio sin fondo.
La noche aparece entonces, viva y solitaria,
de cielo perdido en lo más grande,
y flotando en el color
de sus ausencias: las estrellas.

Estrellas del cielo sin espacio,
sois de nadie y en todos aparecisteis.
Sois de nosotros, pero vuestro irse y quedarse
no nos pertenece. No lo mueve nuestro llanto.

Queda solamente el tacto en la presencia
de los ojos lanzándose enamorados
a vuestro acontecer, expuesto sin límites,
perfecto e inconcebible.

Exhaláis la calma entera.
A pesar del cansancio de los siglos
nada irrumpe el ritmo que os señala.

Sois de vosotras y de nadie,
espacios del éter en el interior de los hombres,
semillas que dan lugar al corazón,
raíz de todo sueño, esperanza
o ilusión imborrable.

Estrellas que duermen allá en lo alto
y que despiertan borrándose en lo infinito
sobre la senda que pronto trae su luz al alba.

Bodas de Caná

Jacopo Robusti, Il Tintoretto


Supe encontrarte al final de la dorada estancia

donde asistíamos inadvertidos a tu presencia.

Éramos sólo servidores de nosotros mismos,

esclavos de las sombras que alrededor

de nuestros cuerpos concedían manifestarse.

Éramos sólo ánforas jóvenes. Y toda la sed del mar.

Destino literario

Esta noche no es como las demás.
Algo ha ocurrido en el poema.
Algo está sucediendo en mí.
El destino de la palabra
es también el destino
de la vida.

El niño

Lo decía todo con su silencio, como lúcida

estatua suspendida en equilibro, expuesta

ante el mundo, salpicaba de verdades

el murmullo sordo de los otros.

Así vivió, ante todos presente pero inaccesible,

reservado a la ágil bondad que sinceramente

se le acercase, en enigma silencioso

que sólo compartía con quien su sentir

brotara recíproco, sincero.

Pero a muy pocos halló de condición tan noble

y la amargura fue quebrando su ingenuo

y luminoso canto.

Murió en silencio, consternado pero sonriente.

Y nunca terminó de decir sus últimas palabras.

Ese niño era yo.

Poema de amor al alma de la amada

Aire de tu aire, boca de tu boca,
Soy un niño ausente cuando me faltas.

Mirada en tu mirada, me dejo llevar y me duermo
En tu valle de cálidos susurros, en vigilia apaciguada.

Sueño, vivo, existo
En el aire que exhalas.
Tu vida es mi alimento,
Y la mía, constante entrega
Hacia ti,
Hacia tu aliento,
Amor elevado de mis días,
Necesario elemento.

Sin ti soy abismo, rostro de estepa,
Contigo soy del mundo y del mañana.

Amor, te sueño porque existes
Y en ti despierto, porque soñarte
Es vida y certidumbre, albada serena
Y claro entendimiento.

Soy el sueño de tu boca, el aire de tu mirada,
El valle de tu abismo, el día del ascenso contigo
Al mundo invisible y profundo
En que desvelas ante mí el cénit
De esta búsqueda perpleja
Y enamorada.

Siempre tú

Sucedió que la luz estaba en el mundo
los ojos de alguien se encendieron
y vio creado el cielo y los mares
la espuma sobre las piedras
y la sombra bajo la noche desplegada
Sucedió que era aliento lo que hablaba
latido el paso de sus sueños
esencia la raíz envuelta de sus giros
Cambiaba la voz al ser deseo
vigía de sus satélites cercados
agua de sus senderos embebida
Toda la noche fue redimida
al verte ser luz de tus tinieblas
Saliste del dolor, amada mía
cruzando las brisas
despertando, amaneciendo
Te amé por los mil nombres que tuviste
y aún te quiero, voz de mi silencio
silencio de mis voces
Amé al amor, a tu rostro de infinitos
a tu juego de escondite y reencuentro
de olvido y bíblico recuerdo
En el agua del Ganges
o en el aroma del incienso
en la claridad de un destino
o en los ojos del águila distante
En todo y en ti siempre en ti
mi corazón se ha inclinado
incesante

miércoles, 6 de octubre de 2010

Réquiem

Morir, dejarlo todo, abandonar el sufrimiento a través del sufrimiento. El paso de la vida a la muerte, antes y después, el deseo agonizante del espíritu, las sombras de la conciencia, la imperfección más pura, toda la realidad en evidencia a lomos del escepticismo, el dejar de saber, el no comprender el fenómeno de la vida y la otredad. El silencio, la calma tras la agonía, la búsqueda que halla el letargo que nos arrastra, el rayo de la carne buscando a la carne, las últimas guaridas del hombre embarcado en su destino, el golpe de vida, la ilusión taciturna del romántico que navega por su trascendencia, el surco del corazón en busca del alma.

La distancia del que nada posee ni a nadie, tan sólo a su misterio. El cántico espiritual de la tristeza, la alegría, el dolor… esa búsqueda sublime que nos hace perennes en la impermanencia. El abismo de la vida, cultivado de quimeras y visiones, la pobre esperanza del que espera el olvido eterno. Sueños de abandono, renuncias flacas y despertares imposibles, abrazo, abrazo fraternal de comprensión.

Morir, dejarlo todo, abandonar el sufrimiento a través de la desdicha divina del ciclo último, perder el aliento en la emoción plena de la posibilidad. Acertar en el rito de la despedida, aquel que anuncie la elección del corazón fatigado de esperar. Cerrar la puerta, abrir la vida verdadera, la senda intransitable de la esperanza.

Vivir, acechar la respuesta del susurro, despertar, sí, despertar por fin contra la innata pulsión de la supervivencia. Entregar el alma a lo posible, a lo venidero, a lo inescrutable. Quedarse quieto, mudo, insólito ante el nuevo amanecer. No arrastrar las desvencijadas siluetas de un pasado perdido, absorber el futuro en un estado de calma desplegada, resurgir del océano tras el naufragio de la existencia, resurgir amando la naturaleza impropia, la inoportuna necesidad del hambre y la sed. Abandonar el alimento en busca de la verdad del alma.

Salir del samsara una y otra vez, alentando al corazón, el goce de lo humano, la respiración. Perderlo todo, la frágil conciencia, la perpetua consciencia, el árido devenir, la fatal ilusión, el calor. Llegar a la luz última, al frío del camino elegido, el del abandono, la renuncia, el del clamor constante del existir sin existencia.

Éxtasis de silencio

El amor fue un gesto, señal cómplice que daba comienzo a un suspiro sin tiempo. Fue un instante, una caricia del viento, una mirada en...