Eres la medianoche: la sombra culminante
donde culmina el sueño, donde el amor culmina.
Miguel Hernández
Todo el dolor contenido fue forjando
el más bello amor. Inexplicable concebir la herida
como una luz que brilla enamorada, sanada,
entregada al resplandor de una verdad eterna.
Todo el amor interior, sentido, me fue hablando
de mí mismo, de las sombras que me acechaban
al mirarte, al suspirar la potestad de tus alturas.
Como un amanecer que canta en la noche de mis sentidos
-calurosos e incontenibles como el sol más potente, como
cascadas deseantes- la verdad del amor fue apareciendo, entre tanto,
calmada, aparcando su pasión del comienzo, entrelazando silencios.
Una vez morí por tu amor, tú que eres yo, espejo deseante.
Una vez no fui yo en el amor por ti… y morí de no amarte
viviendo en el deseo, en el amor ausente, en la herida
de un alma separada de sí misma.
Hoy te amo como me amo.
Hoy te amo como he amado mis luces y mis sombras.
De luz y sombra está hecha mi alma de amante.
De luz a la luz y de sombra a la sombra.
De noche al día buscando entre sueños el camino mágico del encuentro.
De oscura pasión que se mece en los abismos sagrados de la luz
está hecha mi alma de amante.
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