Una sílaba sin labios, un devenir
perdido entre señales de humo,
entre brotes de conciencia.
Un día, un día para vernos los dos
sin espejismos, sin la sombra-reflejo
de tantas inquietudes. Un día
que se fue tras el aire del instante.
Fuimos algo que alumbró detenido
un despertar acaso, una onda
naufragada de secretos latiendo.
Fuimos el sol y la palabra vencida,
la precipitación del aire y la insolación
de la esperanza. Quedamos en lo ido
como en un destino ajeno, como en aquello
que fue visto sin nosotros, en cualquier parte.
Quedó una memoria, en el corazón,
sonando, que todavía nos despierta
a medianoche, como a dos extraños
que no olvidan que siempre
se han amado.
Quedó una memoria,
en el corazón, sonando…
El margen de la luz es el aura de la nada.
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